Bettie Johnson Mbayo
Es una joven periodista Liberiana, madre de tres pequeñas, que el año pasado dejó su casa para buscar por el sureste de Liberia a una niña de 13 años, víctima de la violación de un político que la dejó embarazada.
En su búsqueda
Bettie investigó por Facebook, indagó entre el vecindario del agresor, venció el miedo a las amenazas y, tenazmente, por fin localizó a la niña violada. Por eso hoy Bettie ha decidido hablar, ser una voz grande, poderosa, una de las tantas que ONU Mujeres está reclamando estos días para conmemorar el 25 de noviembre por el fin de la violencia contra las mujeres. Para que con la voz las mujeres acaben con su miedo a hablar, a denunciar, a contar una violación, a romper el silencio.
Armarse de valor
Para que con la voz se armen de valor y no se sientan culpables por ser víctimas, señalen a los agresores y, de este modo, se consigan al menos dos cosas: que la comunidad no siga protegiendo a los criminales y que estos hechos tan aterradores no queden impunes. Porque hay miles de historias como estas en todo el planeta y, sin embargo, la simple conmemoración de un 25-N para recordarlas a muchas personas les resulta simplemente tedioso. ¿Quizás porque las víctimas no son las nuestras?, ¿por que no nos tocan de cerca? Ciertamente, resulta penoso comprobar cómo la violencia contra las mujeres es tan cotidiana que a muchos les desagrada oír un nuevo suceso. Cómo los fríos datos tapan las terribles historias de niñas y mujeres devastadas: una de cada tres en el mundo ha padecido o va a padecer abuso sexual en su vida, certifica Naciones Unidas, y calcula que únicamente una de cada cinco agredidas denuncia; 200 millones de niñas padecen ablación según Unicef, que también ofrece la escalofriante cifra de 700 millones de muchachas casadas a la fuerza o por ‘‘razones forzosas‘‘.
Países unidos
Diecisiete países se han puesto de acuerdo tras años de trabajo, una gran noticia porque de los treinta países en los que existe prevalencia de la mutilación genital, 28 están en África. Sin embargo, el acontecimiento no ha llegado a nuestro mundo, a menudo anestesiado por nuestras pequeñas cuitas e insensibilizado ante la brutal estadística de las mujeres asesinadas cada año por la violencia machista que aún padecemos. Porque no hay que irse a Liberia para entender por cuantas razones necesitaremos conmemorar muchos 25-N en territorio doméstico. Mas escondidas quedan las otras agresiones porque, frente a los asesinatos, parecen banales; y no lo son: cada ocho horas se denuncia una violación contra una niña o mujer, crecen las agresiones entre menores de edad y entre las jóvenes aumenta la aceptación de la violencia de control a través de teléfonos y redes sociales. Por eso, en torno a estos días y para actuar los 365 del año, el debate público no ha de quedar únicamente en los execrables asesinatos, sino en la escalada de violencia que se produce mucho antes.
Víctimas de agresiones y violencia
Los asesinos matan sin pensar en el gobierno de turno que nos ocupa y las víctimas de delitos sexuales no son ni de derechas ni de izquierdas, únicamente víctimas. Poniendo claridad al confuso debate derivado de los últimos movimientos feministas #MeToo o #Time`sUp, desbrozando los errores que haya habido para quedarnos con la necesaria e imperiosa igualdad de derechos y oportunidades que les corresponde a las mujeres, sin padecer violencia, con respeto y dignidad. Desde los medios hay que poner el foco en cada caso en que una mujer denunció y no fue suficientemente protegida, porque su denuncia fue desechada o no creída.